04 marzo 2010
03 marzo 2010
02 marzo 2010
IRENA SENDLER, UNA MUJER QUE SALVÓ A MUCHOS NIÑOS.....
Irena Sendler , en 1999 su historia empezó a conocerse y fue, curiosamente gracias a un grupo de alumnos de un instituto de Kansas y a su trabajo de final de curso sobre los héroes del Holocausto. En su investigación dieron con muy pocas referencias sobre Irena, sólo había un dato sorprendente: había salvado la vida de 2.500 niños Cómo es posible que apenas hubiese información sobre una persona así? Pero la gran sorpresa llegó cuando tras buscar el lugar de la tumba de Irena, descubrieron que no existía porque ella aún vivía, y de hecho todavía vive. Hoy es una anciana de 97 años que reside en un asilo del centro de Varsovia en una habitación donde nunca faltan ramos de flores y tarjetas de agradecimiento procedentes del mundo entero.
Cuando Alemania invadió el país en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia el cual manejaba los comedores comunitarios de la ciudad.
En 1942 los nazis crearon un ghetto en Varsovia e Irena horrorizada por las condiciones en que se vivía allí se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos. Consiguió identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Como los alemanes invasores tenían miedo de que se desatara una epidemia de tifus, toleraban que los polacos controlaran el recinto.
Pronto se puso en contacto con familias a las que les ofreció llevar a sus hijos fuera del Gueto. Pero no les podía dar garantías de éxito. Era un momento horroroso, debía convencer a los padres de que le entregaran sus hijos y ellos le preguntaban: "¿Puedes prometerme que mi niño vivirá?"…… ¿Qué se podía prometer cuándo ni siquiera se sabía si lograrían salir del gueto?
Lo único cierto era que los niños morirían si permanecían en él.
Las madres y las abuelas no querían desprenderse de sus hijos y nietos. Irena las entendía perfectamente, en aquel entonces, ella era madre, y de todo el proceso que ella llevaba a cabo con los niños, el más duro era el momento de la separación. Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las familias para intentar hacerlas cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la muerte. Cada vez que le ocurría algo así, luchaba con más fuerza por salvar a más niños.
Comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo lo que estaba a su alcance para esconderlos y sacarlos de allí: cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercaderías, sacos de patatas, ataúdes... en sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape. Logró reclutar al menos una persona de cada uno de los diez centros del Departamento de Bienestar Social.
Con su ayuda, elaboró cientos de documentos falsos con firmas falsificadas dándole identidades temporarias a los niños judíos. Irena vivía los tiempos de la guerra pensando en los tiempos de la paz. Por eso no le alcanzaba con mantener con vida a esos niños. Quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales, sus familias.
Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades. Apuntaba los datos en pedazos pequeños de papel y los enterraba dontro de botes de conserva bajo un manzano en el jardín de su vecino. Allí aguardó sin que nadie lo sospechase el pasado de 2.500 niños… hasta que los nazis se marcharon.
Pero un día, los nazis supieron de sus actividades. El 20 de octubre de 1943, Irena Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada. En un colchón de paja de su celda, encontró una estampa ajada de Jesucristo. La conservó como el resultado de un azar milagroso en aquellos duros momentos de su vida, hasta el año 1979, en que se deshizo de ella y se la obsequió a Juan Pablo II.
Irena era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos; soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los niños ocultos. Le rompieron los pies y las piernas además de innumerables torturas. Pero nadie pudo romper su voluntad. Así que fue sentenciada a muerte. Una sentencia que nunca se cumplió porque camino del lugar de la ejecución, el soldado que la llevaba la dejó escapar. La resistencia le había sobornado porque no querían que Irena muriese con el secreto de la ubicación de los niños. Oficialmente figuraba en las listas de los ejecutados, así que a partir de entonces, Irena continuó trabajando pero con una identidad falsa.
Su padre un médico, que falleció de tifus cuando ella era todavía pequeña, le inculcó lo siguiente:
“Ayuda siempre al que se está ahogando, sin tomar en cuenta su religión o nacionalidad.
Ayudar cada día a alguien tiene que ser una necesidad que salga del corazón”
Al finalizar la guerra, ella misma desenterró los frascos y utilizó las notas para encontrar a los 2.500 niños que colocó con familias adoptivas. Los reunió con sus parientes diseminados por todo Europa, pero la mayoría había perdido a sus familiares en los campos de concentración nazis. Los niños sólo la conocían por su nombre clave: Jolanta. Pero años más tarde cuando su historia salió en un periódico acompañada de fotos suyas de la época, varias personas empezaron a llamarla para decirla: “Recuerdo tu cara….soy uno de esos niños, te debo mi vida, mi futuro y quisiera verte….”
Irena Sendler lleva años encadenada a una silla de ruedas, debido a las lesiones que arrastra tras las torturas sufridas por la Gestapo. No se considera una heroína. Nunca se adjudicó crédito alguno por sus acciones. "Podría haber hecho más," dice siempre que se la pregunta sobre el tema. "Este lamento me seguirá hasta el día que muera."
“No se plantan semillas de comida. Se plantan semillas de bondades.
Traten de hacer un círculo de bondades, éstas las rodearán y las harán crecer más y más”.
Cuando Alemania invadió el país en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia el cual manejaba los comedores comunitarios de la ciudad.
En 1942 los nazis crearon un ghetto en Varsovia e Irena horrorizada por las condiciones en que se vivía allí se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos. Consiguió identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Como los alemanes invasores tenían miedo de que se desatara una epidemia de tifus, toleraban que los polacos controlaran el recinto.
Pronto se puso en contacto con familias a las que les ofreció llevar a sus hijos fuera del Gueto. Pero no les podía dar garantías de éxito. Era un momento horroroso, debía convencer a los padres de que le entregaran sus hijos y ellos le preguntaban: "¿Puedes prometerme que mi niño vivirá?"…… ¿Qué se podía prometer cuándo ni siquiera se sabía si lograrían salir del gueto?
Lo único cierto era que los niños morirían si permanecían en él.
Las madres y las abuelas no querían desprenderse de sus hijos y nietos. Irena las entendía perfectamente, en aquel entonces, ella era madre, y de todo el proceso que ella llevaba a cabo con los niños, el más duro era el momento de la separación. Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las familias para intentar hacerlas cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la muerte. Cada vez que le ocurría algo así, luchaba con más fuerza por salvar a más niños.
Comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo lo que estaba a su alcance para esconderlos y sacarlos de allí: cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercaderías, sacos de patatas, ataúdes... en sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape. Logró reclutar al menos una persona de cada uno de los diez centros del Departamento de Bienestar Social.
Con su ayuda, elaboró cientos de documentos falsos con firmas falsificadas dándole identidades temporarias a los niños judíos. Irena vivía los tiempos de la guerra pensando en los tiempos de la paz. Por eso no le alcanzaba con mantener con vida a esos niños. Quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales, sus familias.
Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades. Apuntaba los datos en pedazos pequeños de papel y los enterraba dontro de botes de conserva bajo un manzano en el jardín de su vecino. Allí aguardó sin que nadie lo sospechase el pasado de 2.500 niños… hasta que los nazis se marcharon.
Pero un día, los nazis supieron de sus actividades. El 20 de octubre de 1943, Irena Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada. En un colchón de paja de su celda, encontró una estampa ajada de Jesucristo. La conservó como el resultado de un azar milagroso en aquellos duros momentos de su vida, hasta el año 1979, en que se deshizo de ella y se la obsequió a Juan Pablo II.
Irena era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos; soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los niños ocultos. Le rompieron los pies y las piernas además de innumerables torturas. Pero nadie pudo romper su voluntad. Así que fue sentenciada a muerte. Una sentencia que nunca se cumplió porque camino del lugar de la ejecución, el soldado que la llevaba la dejó escapar. La resistencia le había sobornado porque no querían que Irena muriese con el secreto de la ubicación de los niños. Oficialmente figuraba en las listas de los ejecutados, así que a partir de entonces, Irena continuó trabajando pero con una identidad falsa.
Su padre un médico, que falleció de tifus cuando ella era todavía pequeña, le inculcó lo siguiente:
“Ayuda siempre al que se está ahogando, sin tomar en cuenta su religión o nacionalidad.
Ayudar cada día a alguien tiene que ser una necesidad que salga del corazón”
Al finalizar la guerra, ella misma desenterró los frascos y utilizó las notas para encontrar a los 2.500 niños que colocó con familias adoptivas. Los reunió con sus parientes diseminados por todo Europa, pero la mayoría había perdido a sus familiares en los campos de concentración nazis. Los niños sólo la conocían por su nombre clave: Jolanta. Pero años más tarde cuando su historia salió en un periódico acompañada de fotos suyas de la época, varias personas empezaron a llamarla para decirla: “Recuerdo tu cara….soy uno de esos niños, te debo mi vida, mi futuro y quisiera verte….”
Irena Sendler lleva años encadenada a una silla de ruedas, debido a las lesiones que arrastra tras las torturas sufridas por la Gestapo. No se considera una heroína. Nunca se adjudicó crédito alguno por sus acciones. "Podría haber hecho más," dice siempre que se la pregunta sobre el tema. "Este lamento me seguirá hasta el día que muera."
“No se plantan semillas de comida. Se plantan semillas de bondades.
Traten de hacer un círculo de bondades, éstas las rodearán y las harán crecer más y más”.
LA HISTORIA DE LOS NÚMEROS

Se cree que los hombres primitivos comenzaron a contar hace más de 35,000 años, se han encontrado marcas en huesos o en arcilla, llamadas marcas de cuenta. Las usaban posiblemente para contar el tiempo, los días y meses, las estaciones, los años o para llevar cuentas de sus animales o cosechas.
Estos sistemas de contar no tenían el concepto abstracto de los números ni tampoco permitían representar grandes cantidades.
El primer sistema de números que se conoce se desarrolló en Mesopotamia hace 3,500 años y era basado en 60, el primer sistema decimal (basado en 10) data del año 3,100 AC. y fue desarrollado por los egipcios.
Los Olmecas en México utilizaron el cero dentro de un contexto matemático desde hace 5,000 años, es decir, 3 siglos antes de Cristo. El cero fue una parte integral de su sistema numérico y del calendario maya. Ellos representaban el corte de un caracol para su cero matemático y una flor para el cero de su calendario.

El concepto del cero se comenzó a utilizaren la India y luego en Egipto para denotar que una cuenta estaba a paz y salvo. Los griegos analizaron el concepto del cero desde el punto de vista de la razón y se preguntaban "cómo podía el concepto de nada, ser algo". Ellos lo representaban con una letra "O", que significaba Oudos (vacío).
Luego los romanos usaron seis símbolos básicos para escribir los números y con unas serie de reglas, estos símbolos se combinaban para escribir otros números.
I: uno
V: cinco
X: diez
L: cincuenta
C: cien
M: mil
01 marzo 2010
Escuela de padres y madres
Durante el curso 2007-2008 se realizó un taller de recopilación, elaboración y difusión de materiales formado por padres, madres y profesionales de la educación de castilla-La Mancha: el objetivo que se perseguía era el de establecer un espacio y un tiempo en el que padres y profesores pudieran compartir inquietudes, reflexiones y sugerencias, para elaborar un material que pueda ser útil a cualquier miembro de la comunidad educativa que quiera formar una Escuela de Padres y Madres.
En el siguiente enlace disponeis de una serie de temas como :Educar en el esfuerzo y la responsabilidad; Evolución psicológica de los niños de 0 a 12 años;Límites,premios y castigos.... que os pueden servir para vuestra formación y consulta
En el siguiente enlace disponeis de una serie de temas como :Educar en el esfuerzo y la responsabilidad; Evolución psicológica de los niños de 0 a 12 años;Límites,premios y castigos.... que os pueden servir para vuestra formación y consulta
Suscribirse a:
Entradas (Atom)